Los viñedos de la finca Carrascas se encuentran entre las comarcas de Campo de Montiel y Sierra de Alcaraz, en la localidad de El Bonillo en el suroeste de la provincia de Albacete. Una finca situada a 1000 metros sobre el nivel del mar, en un entorno rodeado de sabinas y carrascas centenarias, con el olor del tomillo y el romero de fondo. El clima continental favorece una larga y lenta maduración del fruto y aportan una mayor complejidad aromática a la uva. 540 hectáreas de las cuales solamente 55 se dedican al cultivo de la vid, para poder mimar a la uva desde el principio del proceso. En estos viñedos encontramos las variedades blancas viognier y chardonnay, y las tintas tempranillo, cabernet sauvignon, merlot y syrah. Las cepas, plantadas en un suelo arcillo-calcáreo, crecen en cultivos de espalderas, donde reciben más directamente los rayos del sol, favoreciendo de este modo la maduración y la sanidad de la uva obteniendo una mejor calidad de la misma.

Viñedos de la finca Carrascas

Este proyecto que comenzó en el año 2004 en el seno de la familia Payá, comercializó su primera cosecha en 2012 sorprendiendo a todos por su perfil de vinos excepcionales. Su modelo de negocio se basa en el máximo respeto por la integración en la naturaleza y el mínimo impacto en el medioambiente. Carrascas es una bodega joven donde se ha sumado la ilusión a la experiencia de profesionales como el enólogo Ignacio de Miguel, como asesor técnico en la bodega, y José Ramón Lissarrague, como asesor de viñedo y campo. Rafael Veas, director general de la bodega es el responsable de que todo funcione a la perfección.

La bodega, de estilo vanguardista, es un edificio sobrio diseñado por la arquitecta Amelia Payá. Una superficie de 2.600 metros cuadrados con interiores amplios donde prima ante todo la funcionalidad. Dividida en dos plantas, gran parte de la bodega se encuentra en el subsuelo, manteniendo de este modo la temperatura y la humedad constante en su interior durante todo el año, aspecto fundamental para obtener un vino de calidad. Situada en mitad de los viñedos se consigue de esta forma que todo el proceso se realice en la finca desde el cultivo hasta la propia elaboración y embotellado de los vinos.

Viñedos de la finca Carrascas con la bodega al fondo

Cada vino es un nuevo verso, que se expresa en sus botellas

Carrascas estrena nueva imagen acercando el mundo de la poesía al vinícola. Para ello cada botella ha pasado a denominarse como un verso, y la bodega es el poema hecho de las historias que contemplan sus viñas. El resultado es un conjunto de versos con el nombre de cada vino, que funcionan solos, aunque unidos, en cualquier orden, originan una auténtica poesía. A su vez, cada uno transmite una personalidad distinta que puede representar a los distintos vinos con los que cuenta Carrascas. El poema completo es: La torpe avutarda descansa, El tomillo y el viento bailan, Al cobijo de una gran sabina, Y solo cuando el río calla, Una sombra de ciervo avanza y Mientras cubre la luz tardía.

El tomillo y el viento bailan 2019

Bodegas Carrascas presentó hace pocos meses la nueva añada de El tomillo y el viento bailan 2019, un sumonovarietal de viognier, con crianza sobre lías en depósito durante seis meses, expresándose como un nuevo verso que encierra el alma del entorno de esta bodega.

El tomillo y el viento bailan 2019

La cuna tradicional de la viognier es el sureste francés, sin embargo en Carrascas esta variedad ha encontrado su nuevo paraíso, ya que gracias al clima que tiene la zona la uva es capaz de madurar lenta y plenamente. La vendimia, al igual que con el resto de variedades se realiza a mano colocando las uvas en cajas de 10 kilos y llevándolas a la mayor brevedad posible a una cámara frigorífica para que baje la temperatura (5ºC) y se mantengan los aromas y otras características organolépticas, para al día siguiente comenzar con la elaboración.

Tras la selección de racimos y el despalillado, se realiza la selección de bayas sometiéndose a un estrujado suave y un prensado en atmósfera inerte, tras breve maceración en frío en la propia prensa. Posteiormente, el mosto se somete a un proceso de desfangado y de fermentación a baja temperatura en pequeños depósitos de acero inoxidable. Por último, tras el deslío para separar las lías gruesas, la crianza sobre lías finas se realiza durante seis meses, también en depósitos de acero inoxidable.

El resultado es un vino blanco brillante y luminoso, de color amarillo pajizo con reflejos verdosos. Destaca por sus aromas limpios y frescos que recuerdan a melocotón y flores blancas. Su punto fuerte está en la boca, con entrada fácil y placentera, se vuelve grande en el centro, y se va lentamente dejando un postgusto largo y agradable. Este vino ha logrado las máximas puntuaciones tanto en guías nacionales (93 puntos en Guía Peñín 2020) como internacionales, así como medallas de oro en el International Wine Awards del 2020 entre otras.